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Ayudantía

Immanuel Kant - Ayudantía

Immanuel Kant - Ayudantía

   

  Immanuel Kant (1724 - 1804)

  Considerado el padre del Criticismo, además de ser llamado "el mayor filósofo alemán" de todos los tiempos, Kant se crío en una familia que cultivaba los ritos y costumbres del pietismo.  Este culto es una variante intensa e intuicionista cristinana protestantes que busca la vivencia de una moral rígida.

  Su familia es de origen escocés, lo que se verá reflejado en sus posteriores contribuciones filosóficas, puesto que ellas se ven inspiradas en el empirismo de David Hume.

  Tuvo una trayectoria intelectual que lo llevó a impartir clases de las más diversas materias del conocimiento (filosofía, geografía, mecánica celeste, teología moral, etcétera), destacando una primera etapa centrada en temas de metafísica y moral, en la cual se muestra muy influido por su profunda fé de carácter cristiana-pietista.

  Esa trayectoria se ve modificada por la lectura de las obras de David Hume, puesto que su empirismo obligó a Kant a "salir del sueño dogmático", es decir a someter los conocimiento recibidos a la experiencia sensible, o sea de algunas manera a someter a la CRÍTICA el pensamineto recibido.

  Este cambio en la orientación de Kant es conocida como "el giro copernicano" en su filosofía, puesto que de la misma forma en que Copérnico transformó la mecánica celeste al afirmar que para entender el movimiento de los cuerpos celestes habìa que suponer que el espectador se movía y no al revés, Kant señaló que la Filosofía más que conocimiento es una crítica del mismo.

  El conocimiento en Kant se divide en i) Sensible y ii) Inteligible y debe ponerse el énfasis en el segundo más que en el primero.

  la más importante contribución de Kant a la teoría del conocimiento es su postura en torno a afirmar que el sujeto impone su subjetividad a la posibilidad de conocer y pensar, lo que constituye su concepto de Sujeto Trascendental, esto es la subjetividad que impone a la materia del conocimiento la manera o forma de conocer o representarnos las cosas.

  Por ello, la filosofía en Kant nos invita a pensar por cuenta propia y tal es así que reflexionando acerca de la época que le tocó vivir, la época de la Ilustración, señala que es la época de la mayoría de edad que se alcanza cuando se atreve a pensar por cuenta propia.

  En un terreno más cotidiano, la crónica señala que Kant impartía sus clases con una gran número de Manuales, que en vez de utilizar para apoyarse en sus afirmaciones, traía consigo para mostrar a sus alumnos lo malos o errados que estaba, en el afán de llegar a nuevos conocimientos y propios.

  Kant desarrolla como corpus teórico toda una Filosofía Trascendental, que busca someter a examen a la razón humana para indagar las condiciones que hacen posible el conocimiento a priori. Esto es: i) ¿cómo son posibles los juicios sintéticos o a priori?, que son aquellos de valor universal y necesario; ii) ¿còmo es posible la experiencia o juicios a posteriori?; y iii) ¿cómo es posible la naturaleza?.

  Las tres preguntas anteriores son, de suyo, muy complejas, pero lo central para nuestras necesidades es resaltar que Kant a través de ellas quería obtener una fundamentación teórica de la Metafísica. De esta forma concluye que: i) para entender la experiencia (a posteriori) es necesario tener conocimientos a priori; y ii) los objetos se ven gobernados por la leyes del entendimiento humano.

  Estas afirmaciones tiene un correlato en el ámbito de la filosofía moral que Kant desarrolla en su Imperativo Categórico, el cual señala tres fórmulas:

i) obra de acuerdo con tales máximas de las que tú puedas querer que sirvan de leyes universales u obra de tal forma como si las máximas de tu acción se hubieran de convertir, por tu voluntad, en una ley natural universal;

ii) obra de suerte que emplees la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cada uno, siempre como fin y nunca como medio;

iii) obra según la idea de la voluntad de todo ser racional, como voluntad legisladora universal.

  Con estas tres máximas, el imperativo categórico, Kant sella su Filosofía Trascendental, puesto que la moral queda de allí en más en el campo del conocimiento a priori necesario para construir el entendimiento de la experiencia, pero a la vez libera a esta última del campo de la moral, o sea el actuar del hombre se entenderá como una actuar libre.

  Por esto, Kant es considerado por muchos como el padre del positivismo jurídico, ya que le aporta el imprescindible concepto de la autodeterminación moral.

 

Tercera parte del Discurso del Método - texto analizado en Ayudantía del 29/09/2006

 

Tercera parte - Algunas Reglas de Moral sacadas de este Mètodo

 

Por último, como para empezar a reconstruir el alojamiento en donde uno habita, no basta haberlo derribado y haber hecho acopio de materiales y de arquitectos, o haberse ejercitado uno mismo en la arquitectura y haber trazado además cuidadosamente el diseño del nuevo edificio, sino que también hay que proveerse de alguna otra habitación, en donde pasar cómodamente el tiempo que dure el trabajo, así, pues, con el fin de no permanecer irresoluto en mis acciones, mientras la razón me obligaba a serlo en mis juicios, y no dejar de vivir, desde luego, con la mejor ventura que pudiese, hube de arreglarme una moral provisional [1], que no consistía sino en tres o cuatro máximas, que con mucho gusto voy a comunicaros.

 

        La primera fue seguir las leyes y las costumbres de mi país, conservando constantemente la religión en que la gracia de Dios hizo que me instruyeran desde niño, rigiéndome en todo lo demás por las opiniones más moderadas y más apartadas de todo exceso, que fuesen comúnmente admitidas en la práctica por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir. Porque habiendo comenzado ya a no contar para nada con las mías propias, puesto que pensaba someterlas todas a un nuevo examen, estaba seguro de que no podía hacer nada mejor que seguir las de los más sensatos. Y aun cuando entre los persas y los chinos hay quizá hombres tan sensatos como entre nosotros, parecíame que lo más útil era acomodarme a aquellos con quienes tendría que vivir; y que para saber cuáles eran sus verdaderas opiniones, debía fijarme más bien en lo que hacían que en lo que decían, no sólo porque, dada la corrupción de nuestras costumbres, hay pocas personas que consientan en decir lo que creen, sino también porque muchas lo ignoran, pues el acto del pensamiento, por el cual uno cree una cosa, es diferente de aquel otro por el cual uno conoce que la cree, y por lo tanto muchas veces se encuentra aquél sin éste. Y entre varias opiniones, igualmente admitidas, elegía las más moderadas, no sólo porque son siempre las más cómodas para la práctica, y verosímilmente las mejores, ya que todo exceso suele ser malo, sino también para alejarme menos del verdadero camino, en caso de error, si, habiendo elegido uno de los extremos, fuese el otro el que debiera seguirse. Y en particular consideraba yo como un exceso toda promesa por la cual se enajena una parte de la propia libertad; no que yo desaprobase las leyes que, para poner remedio a la inconstancia de los espíritus débiles, permiten cuando se tiene algún designio bueno, o incluso para la seguridad del comercio, en designios indiferentes, hacer votos o contratos obligándose a perseverancia; pero como no veía en el mundo cosa alguna que permaneciera siempre en idéntico estado y como, en lo que a mí mismo se refiere, esperaba perfeccionar más y más mis juicios, no empeorarlos, hubiera yo creído cometer una grave falta contra el buen sentido, si, por sólo el hecho de aprobar por entonces alguna cosa, me obligara a tenerla también por buena más tarde, habiendo ella acaso dejado de serlo, o habiendo yo dejado de estimarla como tal.

 

        Mi segunda máxima fue la de ser en mis acciones lo más firme y resuelto que pudiera y seguir tan constante en las más dudosas opiniones, una vez determinado a ellas, como si fuesen segurísimas, imitando en esto a los caminantes que, extraviados por algún bosque, no deben andar errantes dando vueltas por una y otra parte, ni menos detenerse en un lugar, sino caminar siempre lo más derecho que puedan hacia un sitio fijo, sin cambiar de dirección por leves razones, aun cuando en un principio haya sido sólo el azar el que les haya determinado a elegir ese rumbo; pues de este modo, si no llegan precisamente adonde quieren ir, por lo menos acabarán por llegar a alguna parte, en donde es de pensar que estarán mejor que no en medio del bosque. Y así, puesto que muchas veces las acciones de la vida no admiten demora, es verdad muy cierta que si no está en nuestro poder el discernir las mejores opiniones, debemos seguir las más probables; y aunque no encontremos más probabilidad en unas que en otras, debemos, no obstante, decidirnos por algunas y considerarlas después, no ya como dudosas, en cuanto que se refieren a la práctica, sino como muy verdaderas y muy ciertas, porque la razón que nos ha determinado lo es. Y esto fue bastante para librarme desde entonces de todos los arrepentimientos y remordimientos que suelen agitar las conciencias de esos espíritus endebles y vacilantes, que se dejan ir inconstantes a practicar como buenas las cosas que luego juzgan malas [2].

 

        Mi tercera máxima fue procurar siempre vencerme a mí mismo antes que a la fortuna, y alterar mis deseos antes que el orden del mundo, y generalmente acostumbrarme a creer que nada hay que esté enteramente en nuestro poder sino nuestros propios pensamientos [3], de suerte que después de haber obrado lo mejor que hemos podido, en lo tocante a las cosas exteriores, todo lo que falla en el éxito es para nosotros absolutamente imposible. Y esto sólo me parecía bastante para apartarme en lo porvenir de desear algo sin conseguirlo y tenerme así contento; pues como nuestra voluntad no se determina naturalmente a desear sino las cosas que nuestro entendimiento le representa en cierto modo como posibles, es claro que si todos los bienes que están fuera de nosotros los consideramos como igualmente inasequibles a nuestro poder, no sentiremos pena alguna por carecer de los que parecen debidos a nuestro nacimiento, cuando nos veamos privados de ellos sin culpa nuestra, como no la sentimos por no ser dueños de los reinos de la China o de México; y haciendo, como suele decirse, de necesidad virtud, no sentiremos mayores deseos de estar sanos, estando enfermos, o de estar libres, estando encarcelados, que ahora sentimos de poseer cuerpos compuestos de materia tan poco corruptible como el diamante o alas para volar como los pájaros. Pero confieso que son precisos largos ejercicios y reiteradas meditaciones para acostumbrarse a mirar todas las cosas por ese ángulo; y creo que en esto consistía principalmente el secreto de aquellos filósofos, que pudieron antaño sustraerse al imperio de la fortuna, y a pesar de los sufrimientos y la pobreza, entrar en competencia de ventura con los propios dioses [4]. Pues, ocupados sin descanso en considerar los límites prescritos por la naturaleza, persuadíanse tan perfectamente de que nada tenían en su poder sino sus propios pensamientos, que esto sólo era bastante a impedirles sentir afecto hacia otras cosas; y disponían de esos pensamientos tan absolutamente, que tenían en esto cierta razón de estimarse más ricos y poderosos y más libres y bienaventurados que ningunos otros hombres, los cuales, no teniendo esta filosofía, no pueden, por mucho que les hayan favorecido la naturaleza y la fortuna, disponer nunca, como aquellos filósofos, de todo cuanto quieren.

 

        En fin, como conclusión de esta moral, ocurrióseme considerar, una por una, las diferentes ocupaciones a que los hombres dedican su vida, para procurar elegir la mejor; y sin querer decir nada de las de los demás, pensé que no podía hacer nada mejor que seguir en la misma que tenía; es decir, aplicar mi vida entera al cultivo de mi razón y adelantar cuanto pudiera en el conocimiento de la verdad, según el método que me había prescrito. Tan extremado contento había sentido ya desde que empecé a servirme de ese método, que no creía que pudiera recibirse otro más suave e inocente en esta vida; y descubriendo cada día, con su ayuda, algunas verdades que me parecían bastante importantes y generalmente ignoradas de los otros hombres, la satisfacción que experimentaba llenaba tan cumplidamente mi espíritu, que todo lo restante me era indiferente. Además, las tres máximas anteriores fundábanse sólo en el propósito, que yo abrigaba, de continuar instruyéndome; pues habiendo dado Dios a cada hombre alguna luz con que discernir lo verdadero de lo falso, no hubiera yo creído un solo momento que debía contentarme con las opiniones ajenas, de no haberme propuesto usar de mi propio juicio para examinarlas cuando fuera tiempo; y no hubiera podido librarme de escrúpulos, al seguirlas, si no hubiese esperado aprovechar todas las ocasiones para encontrar otras mejores, dado caso que las hubiese; y, por último, no habría sabido limitar mis deseos y estar contento, si no hubiese seguido un camino por donde, al mismo tiempo que asegurarme la adquisición de todos los conocimientos que yo pudiera, pensaba también por el mismo modo llegar a conocer todos los verdaderos bienes que estuviesen en mi poder; pues no determinándose nuestra voluntad a seguir o a evitar cosa alguna, sino porque nuestro entendimiento se la representa como buena o mala, basta juzgar bien, para obrar bien [5], y juzgar lo mejor que se pueda, para obrar también lo mejor que se pueda; es decir, para adquirir todas las virtudes y con ellas cuantos bienes puedan lograrse; y cuando uno tiene la certidumbre de que ello es así, no puede por menos de estar contento.

 

        Habiéndome, pues, afirmado en estas máximas, las cuales puse aparte juntamente con las verdades de la fe, que siempre han sido las primeras en mi creencia, pensé que de todas mis otras opiniones podía libremente empezar a deshacerme; y como esperaba conseguirlo mejor conversando con los hombres que permaneciendo por más tiempo encerrado en el cuarto en donde había meditado todos esos pensamientos, proseguí mi viaje antes de que el invierno estuviera del todo terminado. Y en los nueve años siguientes, no hice otra cosa sino andar de acá para allá, por el mundo, procurando ser más bien espectador que actor en las comedias que en él se representan, e instituyendo particulares reflexiones en toda materia sobre aquello que pudiera hacerla sospechosa y dar ocasión a equivocarnos, llegué a arrancar de mi espíritu, en todo ese tiempo, cuantos errores pudieron deslizarse anteriormente. Y no es que imitara a los escépticos [6], que dudan por sólo dudar y se las dan siempre de irresolutos; por el contrario, mi propósito no era otro que afianzarme en la verdad, apartando la tierra movediza y la arena, para dar con la roca viva o la arcilla. Lo cual, a mi parecer, conseguía bastante bien, tanto que, tratando de descubrir la falsedad o la incertidumbre de las proposiciones que examinaba, no mediante endebles conjeturas, sino por razonamientos claros y seguros, no encontraba ninguna tan dudosa, que no pudiera sacar de ella alguna conclusión bastante cierta, aunque sólo fuese la de que no contenía nada cierto. Y así como al derribar una casa vieja suelen guardarse los materiales, que sirven para reconstruir la nueva, así también al destruir todas aquellas mis opiniones que juzgaba infundadas, hacía yo varias observaciones y adquiría experiencias que me han servido después para establecer otras más ciertas. Y además seguía ejercitándome en el método que me había prescrito; pues sin contar con que cuidaba muy bien de conducir generalmente mis pensamientos, según las citadas reglas, dedicaba de cuando en cuando algunas horas a practicarlas particularmente en dificultades de matemáticas, o también en algunas otras que podía hacer casi semejantes a las de las matemáticas, desligándolas de los principios de las otras ciencias, que no me parecían bastante firmes; todo esto puede verse en varias cuestiones que van explicadas en este mismo volumen [7]. Y así, viviendo en apariencia como los que no tienen otra ocupación que la de pasar una vida suave e inocente y se ingenian en separar los placeres de los vicios y, para gozar de su ocio sin hastío, hacen uso de cuantas diversiones honestas están a su alcance, no dejaba yo de perseverar en mi propósito y de sacar provecho para el conocimiento de la verdad, más acaso que si me contentara con leer libros o frecuentar las tertulias literarias.

 

        Sin embargo, transcurrieron esos nueve años sin que tomara yo decisión alguna tocante a las dificultades de que suelen disputar los doctos, y sin haber comenzado a buscar los cimientos de una filosofía más cierta que la vulgar. Y el ejemplo de varios excelentes ingenios que han intentado hacerlo, sin, a mi parecer, conseguirlo, me llevaba a imaginar en ello tanta dificultad, que no me hubiera atrevido quizá a emprenderlo tan presto, si no hubiera visto que algunos propalaban el rumor de que lo había llevado a cabo. No me es posible decir qué fundamentos tendrían para emitir tal opinión, y si en algo he contribuido a ella, por mis dichos, debe de haber sido por haber confesado mi ignorancia, con más candor que suelen hacerlo los que han estudiado un poco, y acaso también por haber dado a conocer las razones que tenía para dudar de muchas cosas, que los demás consideran ciertas, mas no porque me haya preciado de poseer doctrina alguna. Pero como tengo el corazón bastante bien puesto para no querer que me tomen por otro distinto del que soy, pensé que era preciso procurar por todos los medios hacerme digno de la reputación que me daban; y hace ocho años precisamente, ese deseo me decidió a alejarme de todos los lugares en donde podía tener algunos conocimientos y retirarme aquí [8], en un país en donde la larga duración de la guerra ha sido causa de que se establezcan tales órdenes, que los ejércitos que se mantienen parecen no servir sino para que los hombres gocen de los frutos de la paz con tanta mayor seguridad, y en donde, en medio de la multitud de un gran pueblo muy activo, más atento a sus propios negocios que curioso de los ajenos, he podido, sin carecer de ninguna de las comodidades que hay en otras más frecuentadas ciudades, vivir tan solitario y retirado como en el más lejano desierto.

 

NOTAS

1. Nunca ha tratado Descartes, por modo definitivo, las cuestiones de moral. En sus Cartas a la princesa Elizabeth, hay algunas indicaciones que concuerdan bastante con lo que va a leerse. El fondo de la ética de Descartes es principalmente estoico.

2. Zenón recomendaba la constancia como condición de la virtud.

3. La moral estoica enseñaba principalmente a hacer uso de los pensamientos, de las representaciones.

4. Los estoicos se decían superiores a los dioses. Estos, en efecto, son sabios y venturosos por naturaleza; el filósofo, merced a duro esfuerzo creador.

5. Otra máxima intelectualista, sostenida asimismo por Sócrates.

6. Véase cuán equivocados están los que motejan de escéptico a Descartes. Sobre este punto véase el prólogo del traductor.

7. Refiérese a los ensayos científicos: Dióptrica, Meteoros y Geometría, que se publicaron en el mismo tomo que este discurso.

8. En Holanda.

René Descartes - Ayudantía

René Descartes - Ayudantía  

René Descartes (1596-1650)

Aspectos biográficos

 

  • Considerado el padre de la filosofía moderna, ya que da inicio al Racionalismo, estudió con los jesuitas de La Fleche (una de las más célebres escuelas europeas), lugar donde fue instruido en la Escolástica.

 

  • Estudió Derecho en Poitiers (1616) y en 1618 se enroló en el ejército, por lo cual le tocó combatir en la "Guerra de los 30 años".

 

  • Después de conocer a Beeckman, un holandés, se interesa por el estudio de la Ciencia (matemática y física), buscando "un arte general para resolver todas las dificultades"

 

  • En 1628 propone un rechazo total de la Escolástica que, de paso, también implicaba un rechazo total del aristotelismo: "por lo menos una vez en la vida, conviene poner todo en discusión", por lo que desde allí había que buscar concebir una nueva ciencia.

 

  • Se destaca que hasta ese momento la nueva ciencia estaba mezclada con las ciencias curiosas, esto es: con la magia, la alquimia y la astrología, puesto que las modernas ciencias duras, como la química y la astronomía, todavía no habían sido desarrolladas.

 

  • La nueva ciencia, debía ser un método deductivo de razonamiento dirigido a buscan una ciencia ideal, por lo que Descartes le exigía a dicho método que justificara  el propio método a utilizar, de acuerdo a las siguientes herramientas: a) la intuición; b) la deducción; c) la enumeración o inducción; d) la memoria o recuento de pasos.

 

  • En 1637 publica su obra más célebre "El discurso del método", complementada por tres obras de aplicación: Dióptrica, Meteoros y Geometrías.

 

  • En 1644 publica "Principia philosophiae", considerada un "manual" de su propia filosofía.

 

  • En 1649 publica "Las pasiones del alma", obra de carácter psicológico que relaciona en forma sistemática Mente y Cuerpo. En ese mismo año, viaja a Suecia bajo la protección de la Corona sueca, ante el crecimiento en Francia de las críticas en su contra por su filosofía atea.

 

Filosofía Cartesiana

 

  • Núcleo de cartesianismo: estudio del fundamento del conocimiento, también llamado Epistemología, la que busca responder a la siguiente cuestión: ¿cuáles son las verdades que podemos conocer con certeza?

 

  • Método cartesiano: Descartes desecha la Escolástica y se apoya en la Matemática, para buscar en ella la CERTEZA. El producto del conocimiento debería ser la obtención de IDEAS, caracterizadas por ser:

 

    • CLARAS, es decir presentes en la CONCIENCIA, y
    • DISTINTAS, es decir bien analizadas.

 

  • Las búsqueda del fundamento del conocimiento debe ser realizado a partir de la DUDA, dudar de todas las percepciones de los sentidos, porque:

 

    • A veces nos engañan o
    • No sabemos si son experiencias del estado de sueño o vigilia

 

Por lo que puede ser que todo no sea más que un sueño

 

  • Pero, de todas formas existe una Certeza: ni en sueño es posible dudar de la verdad matemática (2 + 3 = 5; un cuadrado tiene cuatro lados), es decir se puede dudar de lo que se presenta a posteriori de las experiencias, no de los a priori como es la matemática.

 

  • Profundización de la Duda Metódica: Descartes propone una alternativa metodológica para explicar la propia Duda: indica que en la realidad que percibimos puede estar operando un genio maligno, un dios engañador, de carácter artero y poderoso.

 

El Genio maligno nos confunde incluso con:

 

    • La Certeza matemática, con los a priori, manifestando su PODER, y por ello
    • Podemos dudar de la Matemática, por lo que podríamos concluir que la naturaleza funciona mal.

 

  • Pero, de todas maneras podemos concluir que algo se le escapa al genio maligno:

 

    • Si el genio maligno me engaña, el genio maligno de todas maneras ¡EXISTE!
    • Si por el contrario el genio maligno no me engaña y yo mismo soy quien me engaño, de todas manera ¡EXISTO!

 

  • Las ideas anteriores configuran un nuevo estado en la búsqueda de certeza, puesto de la Duda se pasa a una Conciencia de Pensar, o sea que por mucho que el genio maligno o yo mismo me engañe nunca conseguirá (é) que YO sea Nada, porque mientras pienso (dudo) soy Algo, por intuición o por razonamiento mi duda demuestra mi Existencia. Lo anterior se ve reflejado en el clásico tópico "Pienso, luego existo" (cogito ergo sum).

 

  • El cogito ergo sum, es considerado el grado cero o punto de partida de la Filosofía Moderna, puesto que:

 

    • Afirma la inmediatez de la propia Conciencia, es decir de la idea de una cosa se pasa inmediatamente al conocimiento de su Existencia.
    • Nos da una regla para fijar la temporalidad de la Existencia, o sea la pregunta ¿cuánto dura mi existencia?, encuentra su respuesta: cuanto dure mi pensar, puesto que soy una cosa que piensa.

 

  • Las dos ideas anteriores derivan en la mayor contribución de Descartes a la Filosofía Moderna: el concepto de Sujeto o Subjetividad, el hombre (y las mujeres, por cierto) es una sustancia pensante y en ese carácter es capaz de tener Ideas Innatas o no experienciales. Son esta ideas innatas las únicas CLARAS y DISTINTAS y son la base de todo otro pensar riguroso, esto es de todo otro pensar que pretenda ser justificado en cuanto a método. Somos Sujetos, somos cosas o sustancias pensantes, es decir somos cosas que: a) dudamos; b) entendemos; c) concebimos; d) afirmamos; e) negamos; f) imaginamos; g) sentimos.

 

  • Profundización en torno a la Idea de Dios: la idea de Dios es la de un Ser Perfecto, pero también esa idea debe ser puesta en Duda, ya que existe la posibilidad que el genio maligno esté actuando y eso debe ser descartado probando que existe un Dios que ha creado al hombre y la razón humana.

 

 

  • Descartes utiliza dos métodos para ello:

 

    • Prueba cosmológica: Dios es la causa primera del movimiento y la cantidad de este movimiento es invariable desde la creación del universo. Esta idea en Descartes está relacionada con su concepción del espacio y el movimiento, lo que desarrolla en sus aportes en Física y Geometría analítica, que más adelante se ilustran.
    • Prueba ontológica: Dios es un ser de perfección ilimitada, que encierra la nota de su existencia (¡Dios Existe!) y esta perfección de Dios supone la veracidad y por tanto la VERDAD del conocimiento obtenido por los recursos que Dios nos ha puesto al crearnos, con tal que sean utilizados adecuadamente, es decir Dios nos ha dado la Razón y debemos usarla rigurosamente para poder, mediante ella, encontrar la Verdad.

 

  • Probado que existe Dios y a la vez descartada la hipótesis de la actuación del genio maligno, se infiere que Dios es una sustancia pensante infinita y el Hombre es una sustancia pensante finita, pero el hombre puede romper la finitud de su pensar ya que puede alcanzar todas las cosas con el pensamiento, con el Conocimiento, ya que sólo por el entendimiento conocemos el mundo.

 

  • Ese mundo que conocemos implica la existencia de un Mundo Material, o sea que existe la Materia, a la cual Descartes la identifica con el espacio, el que lo llena todo, no hay vacío.

 

  • Pero, como existe el vacío, ningún cuerpo puede moverse sino en Círculo, desalojando a otro, el cual desaloja a otro hasta que el último ocupa el lugar del primero. Esta idea está relacionada también con la concepción cartesiana de la Física y la Geometría analítica.

 

  • Profundización acerca de las Ideas: el mundo material antes explicado se capta a través de las Ideas, siempre que sean Claras y Distintas. Las Ideas se clasifican en tres tipos:

 

    • Innatas: son propiedad originaria del Alma, no son experienciales. A priori.
    • Adventicias: provienen de percepciones sensibles, de las experiencias. A posteriori.
    • Ficticias: entre las cuales se distinguen:

 

  • Ø Aquellas ideas que juntan fragmentos de percepciones sensibles
  • Ø Aquellas que se configuran libremente en la fantasía.

 

  • Entre la ideas, hay una que gozan de especial relevancia, estas son los Axiomas, los cuales gozan de existencia en nuestro espíritu, no se refieren en particular a las cosas y gobiernan el conocimiento.

 

  • Ese gobierno de la praxis del conocimiento se desarrolla a través de la Deducción, que Descartes entiende como  un proceso en que tesis se siguen de otras con enlace necesario, de forma tal que la evidencia final se funda en los axiomas y en la estrictez de la conexión. O sea, son cadenas de intuiciones y su mayor valor se obtiene cuando llegan a ejercitarse en una sola Intuición Total, porque en ese punto se encuentran con la Razón.

 

  • ¿Cómo surge el Error, entonces?, se pregunta Descarte y responde: por la desproporción entre el Entendimiento y la Voluntad, ya que la Voluntad es más amplia y se hace mal uso de ella, afirmando como verdadero lo que no es Claro y Distinto. Esto más específicamente se produce por:

 

    • Prejuicios de la Infancia;
    • No acertar con un juicio de la situación actual, analizando con Ideas preconcebidas;
    • Ligar nuestros conceptos a las palabras que no corresponde con las cosas designadas.

 

  • Pero, aún tenemos Libertad, podemos abstraernos de creer en lo que no es Claro y Distinto para evita el Error.

 

Aportes de Descartes en otras áreas del conocimiento

 

    • Matemática: propone la aplicación del Álgebra a la Geometría, buscando sustituir la intuición espacial, aplicando ecuaciones dentro de un sistema de coordenadas, llamadas cartesianas, lo que implica que se puede caracterizar una figura en cuento forma, tamaño y posición en el espacio mediante fórmulas algebraicas. Le da el nombre de Geometría Analítica y está íntimamente relacionada con su concepción de la materia, puesto que Descartes entendía que el mundo material estaba en constante movimiento, que ese movimiento era circular, pero que se podía analizar, es decir descomponer en planos espaciales, representados por los ejes de coordenadas.

 

    • Física: adhirió a tres leyes de la Mecánica, es decir: a) Ley de Inercia, esto significa el carácter relativo del movimiento y del reposo; b) Ley de Acción y Reacción; c) Ley de Conservación de la cantidad total de movimiento.

 

    • Fisiología: propone el esquema de Reacciones motoras, también conocido como Acto-Reflejo. También señala que los Animales son autómatas sin alma ni pensamiento, lo que va en refuerzo de su tesis del Hombre-Sujeto. El Hombre es una sustancia creada por Dios, que se compone de Cuerpo y Alma y existe un punto de contacto fisiológico entre los dos componentes: la glándula pineal del cerebro.

 

    • Epistemología: para Descarte la finalidad última del saber es el dominio de las Fuerzas de la Naturaleza por el hombre, lo que podrá hacer con el desarrollo de la Técnica, es decir con el conocimiento de las causas y consecuencias de las cosas que se obtiene a través de uso de la Duda Metódica o Racional.

 

    • Industria: todos los aportes anteriores dan el punto de partida muchos campos del saber que hoy nos parecen normales, como las Ciencias, pero además Descartes ya entendía que Ciencia y Técnica, debían trabajar juntas para dominar la naturaleza, lo que se ve reflejado en la Industria Moderna, para la que Descartes, entre muchas cosas le entregó  una incipiente concepto de Máquina.

 

  • Fuentes consultadas:

 

    • Historia de la Filosofía Moderna, Wilhelm Dilthey, Editorial Fondo de Cultura Económica, 2ª Reimpresión de 1993.
    • Diccionario de Filosofía Herder.
    • Diccionario Soviético de filosofía, Rosenthal y Iudin.